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EL LUGAR DE AMARRE DE LA ESCUADRA ESPAÑOLA PARA LA DEFENSA DE LA PLAZA |
Mientras que sin oposición avanzaban por aquellas solitarias riberas, se tomaban en la plaza rápidas disposiciones. Fue la primera la de desembarcar las guarniciones de la escuadra española, que hallándose anclada en el fondeadero de la Graña y bajo el tiro de fusil de sus montes, se separó de tan expuesta posición, amarrándose y acoderándose desde la boca de la gran dársena del arsenal hasta el puerto del Seijo, formando una línea N.-S. para defender con sus fuegos la entrada de la ría, si el enemigo trataba de forzarla, y para cubrir y defender también la avenida de Ares, si destacase por mar algunas fuerzas hacia aquella ría. Los buques mercantes también se colocaron cerca de las riberas del S. junto al muelle y batería del Promontorio.
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PARTE TRASERA DEL CASTILLO DE SAN FELIPE, UNO DE LOS OBJETIVOS DE LOS INGLESES. |
Reunida la guarnición de los buques de la escuadra en número de unos quinientos hombres, entre soldados de Marina y del regimiento de Asturias, que entonces hacía el servicio de mar, se puso esta pequeña columna al mando del bizarro capitán de navío D. Juan de Dios Topete, comandante del San Agustín, como más antiguo, y salió precipitadamente a ocupar las alturas de Brión para hacer por de pronto frente al enemigo y embarazarle en lo que fuese posible su marcha rápida a la plaza. Esta fue la medida más urgente que pudo tomarse, mientras no se reunían mayores fuerzas para batirlo en forma. Pero tan veloz había sido el desembarco y marcha de los invasores, que al anochecer se encontraron en dichas alturas tropas españolas e inglesas, y rompiendo un vivo y certero fuego de fusilería, recibieron por ambas partes daños de consideración. El valor de nuestros quinientos soldados fue tal, que no apercibiéndose, por la oscuridad que ya hacía, que se estaban batiendo con la vanguardia inglesa, compuesta de cuatro mil hombres, entre ellos un brillante cuerpo de cazadores, les atacaron con un arrojo tal, que sorprendidos los enemigos retrocedieron y suspendieron la marcha que llevaban hacia el castillo de San Felipe, fortaleza principal que defiende la entrada de la ría. Sin duda su objeto sería rendirlo para forzar después la entrada e introducir la expedición en el puerto.