No tenían ya más precauciones que tomar los jefes de la plaza y del Departamento, ni podían adoptarse otros medios para la defensa que se intentaba, porque los recursos que presentaban las circunstancias no daban lugar a mayores esfuerzos. Pero por más eficaces que estos fuesen, por más que se apurasen los recursos, la plaza acaso hubiera tenido que ceder a la fuerza numerosa que la amenazaba si el invasor adoptase desde el principio un plan más bien combinado de ataque, fundado en el estado de abandono y debilidad en que debía suponer al Ferrol y en los incidentes que podrían presentarse en el curso de las operaciones.

        La formación de las tropas españolas en las alturas de Brión al rayar la aurora del día 26 era la siguiente: componían el centro las compañías de granaderos de Milicianos, Asturias, Inmemorial del Rey y Guadalajara; el ala derecha la formaban los Fusileros del Rey, y la izquierda los de Asturias, al mando de sus respectivos jefes Rodolfo  Gautier y D. Francisco Fulgosio. La segunda línea de batalla fue formada con toda la tropa de Marina, mandada por el brigadier de la Armada D. Pedro Landa, que con el capitán de fragata D. Diego de Pazos llegó con los últimos socorros.

BATERÍA DE CAÑONES DEL ARSENAL.

A la madrugada del expresado día apareció este belicoso aparato. El pabellón español tremolaba con profusión en todos los buques de la escuadra, en las fortalezas de la plaza, en los arsenales y baterías de la ría. Aquel día memorable iba a decidir de la suerte del Ferrol. La Providencia quiso salvarle.

        Apenas los primeros albores de la aurora pudieron hacer ver  a los combatientes en sus respectivas posiciones, rompieron un vivo fuego. Las tropas de la primera línea atacaron al enemigo con admirable serenidad, unión y valor, obligándole a abandonar con grandes pérdidas la ventajosa posición que tenía, no obstante de ser más que triplicadas sus fuerzas y de haber logrado subir por aquellas asperezas dos cañones que situó en una altura y que reforzaban su segunda línea o cuerpo de reserva. Hecho dueño de  las primeras alturas el conde de Donadío, se vio precisado a prolongar su primera línea para evita que le rodease el enemigo, como lo intentó por la izquierda; y habiendo prevenido al brigadier don Pedro Landa que avanzase con la mayor parte de sus tropas, lo ejecutaron con igual valor y orden que las primeras.

PUEBLO Y PUERTO DE LA GRAÑA CON LOS MONTES DE BRIÓN AL FONDO.

 Pero tenían a su frente nueve mil hombres enemigos, no llegando las fuerzas españolas a dos mil, y temióse  que podía ser cortada la invasión de granaderos y cazadores provinciales, que hallándose destacada en Juvia, vino y marchó rápidamente por aquellas alturas sobre una formación de dos en frente, que aparentó triples fuerzas a lo menos de sus verdadero número, lo mismo que el regimiento de Orense, que se hallaba situado en las alturas de Cobas y Sanjurjo. En tales circunstancias, determinó el conde de Donadío retirarse a la plaza para hacer en ella el último esfuerzo de defensa, o volver a tomar posición en la campaña, según lo permitiesen los sucesos. Habiendo reforzado el castillo de San Felipe con una compañía de Guadalajara, dispuso su retirada por la pendiente agrísima de la Graña a las ocho de la mañana, sin que el enemigo le incomodase. Llegadas las fuerzas a las riberas de aquella villa, se embarcaron la mayor parte en los botes y lanchas que oportunamente enviaron los jefes de la marina, y las restantes tropas siguieron por tierra el camino de la plaza por los puntos más convenientes.